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  • Foto del escritorBrenda Venegas

México. Escritos eróticos 6

Actualizado: 18 ago 2023


M es un hombre alto, delgado pero bien marcado, su color de piel es asombroso, su cabello es corto pero desenfadado. Sus labios grandes me hacen imaginar cada día algo nuevo.


La primera vez que lo ví, después de mucho tiempo, traía lentes obscuros pero podía sentir a través de ellos su mirada penetrando los míos.


Nos pusimos al tanto de nuestras vidas y en unos instantes ya estábamos familiarizados de nuevo.


Me dio su número de teléfono y añadí el contacto con su nombre y el emoji con la lengua afuera, saboreando algo.


Le escribí pasado unos días y seguimos intercambiando un par de mensajes al día de forma intermitente hasta que lo encontré en Instagram. Le di follow y lo regresó. Eso ha sido la mejor elección.


Nuestras platicas por mensajes dejaron de ser lo que eran y, de pronto, un día comenzamos a aumentar la confianza con preguntas más personales. Un día, mientras me bañaba en la tina, llegó un mensaje suyo, lo leí, y me quedé pensando en cuánto me había gustado siempre y cerré los ojos.


Y empecé a tocarme con su imagen en la mente.


Salí de la tina para recargarme en el lavabo y comenzar a tocarme con una pierna en el aire. Pensando en él, en sus ojos encantadores, e imaginándolo diciendo mi nombre me corrí como hace mucho no lo hacía.


Esa noche le escribí confesándole lo que había provocado en mí, no hubo respuesta. Por Instagram me llegó una foto de él, tan sexy como siempre, pero desnudo, asombrándome con lo perfecto que es sin ropa. Me sentí húmeda solo de verlo.


Intercambiamos frases cortas por unas semanas hasta que por fin quedamos en vernos. No perdimos tiempo.


Para ese entonces yo sabía que le gustaba la ropa interior en colores claros, y él, mis posiciones favoritas. Mientras me arreglaba podía sentir todo mi cuerpo caliente, y mi mente pensaba en todo lo que podía suceder.


Subí el elevador hasta llegar a su piso, me arreglé el cabello y toqué el timbre. Podía sentir mis pantaletas húmedas. Abrió y nos besamos en la boca un solo segundo y yo sentía que iba a explotar en ese momento. Pude, en un solo segundo, imaginarnos follando detrás de la puerta.


Caminamos hasta la cocina y preparó un cóctel. Platicamos y nos reímos, tomamos lo suficiente. De pronto todo se congeló y estábamos frente a frente, nos quedamos en silencio y comenzó a acariciar mi pierna con su mano izquierda, no pude evitar soltar un gemido. Se puso frente a mí y comenzamos a besarnos, le mordí suavemente el labio probando tolerancia.


Nos pusimos de pie los dos y sin dejar de besarnos, con su guía y mis ojos cerrados llegamos a su cuarto y nos recargamos en el mueble junto al ventanal. Que delicia hacerlo tantos pisos por arriba de las personas, sintiendo el viento jugar a través de mi cuerpo que se fue quedando sin ropa. Qué maravilloso hacerlo por horas sin sentir el paso del tiempo y sudar a cada momento.


Supo exactamente cómo tenerme vuelta loca y valió la pena toda la espera para ese momento.


Ya en la noche, con las piernas adoloridas, su mano marcada en una nalga y su espalda marcada por mis uñas con la sutileza del placer provocado en cada embestida, bajamos al bar para fingir con unos tragos que nos conocíamos de verdad.

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