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  • Foto del escritorBrenda Venegas

Navarro

Me lo estaba cogiendo. Arriba de él, cabalgando como si fuera la última vez. Uno nunca sabe... y me dijo que soy una Diosa.



Yo ya lo sabía, que soy una puta Diosa en todos los aspectos de mi vida. Que soy grandiosa, plena, feliz y poderosa.



Cuando te dicen que el mundo no gira en torno a ti... ¡claro que sí! Mi mundo es una serie de cosas, personas y momentos que giran en una danza perfecta en torno a mí, a lo que soy, lo que quiero y lo que pienso. Es una tarea difícil mantenerlo todo a flote, pero así funciona.



Oigan, él llegó muy raro.



Pueden decir misa respecto a los hombres de los que hablo, pero a veces dejas cosas en el pasado y no pasa nada, y pasa todo en tu mundo.


Un día, llegó él a hablarme, yo, cansada de dejar pasar las cosas por miedo, le dije que me gustaba desde la única vez que le ví hace 9 años, y que quizás yo en su mundo no existía, pero ahora eso daba igual.



De un momento para otro, sin esperarlo, caminé en una especie de cámara lenta a él, y me envolvió en un abrazo que nunca me habían dado.



Me subí a su carro color primavera en un día de navidad. Mis manos estaban congeladas por el frío que anunciaron en el noticiero, vinieron a mi mente recuerdos de una bufanda alegre que nunca tuve, pero ahí estaba. Recargué mi brazo en la ventana después de ponerme el cinturón, relajé mi mano disponible y traté de no mostrarme muy nerviosa.



¿Sabían que la secadora también estiliza el cabello? Tuve que aprenderlo porque a veces mi cabello se convierte en una selva. En esos momentos quise haberme arreglado un poco más, quizás algo de rímel, quizás un buen peinado, pero no había tiempo... el presente se nos escapa de las manos.



Sobre sus cuatro ruedas, les juro que podría dar una vuelta inmensa a cualquier lugar, y tocar la gloria desde el primer segundo, desde el primer contacto de su piel y la mía, que ya no está fría, que lleva los nervios dentro y la adrenalina al cielo.



Bien. Hay muchas cosas que me gustan, y otras que no sé porque no las he probado, pero siempre hay una primera vez. Me gustaba desde hace tantos años en el imaginario, en una especie de realidad confusa que mi mente creó, y nunca le dí forma por completo. Ayer, subiendo el elevador vi fijamente sus ojos un par de segundos y fue magia, quisiera que él haya sentido lo mismo entonces.



Cerré la ventana, pero no las cortinas, bajamos las luces, y dejamos la puerta abierta. El mundo afuera vivía un apocalipsis zombie y nosotros estábamos, lado a lado, tocándonos las piernas en un intento de intimidad. Recargué mi cabeza en su hombro y cerré los ojos...



¿Hago una pregunta? Quisiera hacer miles, tal como Leslie me enseñó, pero me detengo en la segunda respuesta, con su cara tan cerca de la mía, y le doy un sorbo a mi vaso, para después besarlo en la boca.

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