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  • Foto del escritorBrenda Venegas

Chá Chá Chá.

El sol nos daba en la cara como si fuera una manada de estrellas. Nos miramos unos cinco segundos antes de tocar nuestras manos.


Nos subimos al carro negro y el calor se sintió más fuerte, tanto, que me quité mi saco rosa y dejé al descubierto mis hombros sin bronceado. Sin besos, aún.


La música suave, canciones de amor de verdad, de esas que te da miedo dedicar pero igual lo haces porque estás en el cielo flotando.

Así me siento a su lado.


Subimos seis pisos para ver la ciudad desde lo alto y sentirnos fuera de la jungla que es la ciudad.


Podría decir que el lugar tenía un aire especial y aislante del ruido. Que es un lugar de ensueño, que la atención y la música eran buenas. Podría.


Quiero hablar de la compañía porque fue lo mejor.


Caminar de su mano a través de las mesas, de las personas, del ruido, del tiempo.


Tener de frente a una persona especial. Poder verla, sentir sus movimientos debajo de la mesa y ver sus gestos e imaginar qué hay en su cabeza.


Oler, a través del viento, su perfume.


Quiero hablar de como el tiempo pasa tan rápido que en un abrir y cerrar de ojos cambiamos de vaso pidiendo una nueva cerveza, un nuevo platillo, la cuenta, el coche, la cena, el desayuno...


Quiero hablar de lo mucho que odio cuando nos detenemos frente a mi casa y tengo que aguantar el tiempo que falte para vernos de nuevo, sin saber si será en unas horas o algunos días.


Quiero hablar de lo mucho que nos divertimos juntos, pero eso no lo deberían escuchar.


Las fotos con el traje rosa. Con la cama destendida de fondo y el olor a nuestros cuerpos llenos de placer.


Las fotos con el traje en el suelo. El cuerpo cansado. La piel llena de besos que no se notan. Todos los secretos que escondí en la bolsa verde pastel.


Lo callo todo y prefiero disfrutar en la soledad la vida de ensueño.

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