Barkeeper 3
- Brenda Venegas
- 6 ago 2020
- 2 Min. de lectura
El placer en tus ojos hace que las fantasías sobre nosotros pasen como en un carrusel por mi mente,
y no puedo parar,
y no puedo hacer nada.
Quiero tenerte, una y otra vez,
hasta el cansancio,
todas las mañanas silenciosas en que el sol se cuele entre nuestras pestañas,
todas las tardes en que el sol se meta y podamos ver sus colores grandiosos,
todas las noches con la luna puesta, jugando entre estrellas que guardan el secreto a gritos.
Mi mente vuela y recuerdo que lo hicimos en la alberca a medio día y el ruido de afuera fue nuestro cómplice. Siento tus manos por mis caderas y recuerdo cuando en el carro prendimos la mecha. Tu voz diciendo mi nombre lo detiene todo. La imagen de nosotros acostados en la alfombra todo el fin de semana aún no sale de mi mente.
Podría pausar el tiempo y tan solo verte ahí frente a mi, desnudo y transparente, porque eres arte realmente.
Tu cuerpo es fiel prueba de la proporción áurea,
al verte confirmo que nunca va a ser suficiente para mi.
Me tomas por la cintura y me cargas a la altura perfecta para juguetear con tu lengua en mis pezones que están justo como los habías imaginado esa vez, detrás del body rojo de encaje que tanto te gusta.
Y puedo sentir que todo lo que has dicho es verdad, que tu cuerpo se activa con sólo mirar.
La temperatura en el aire aumenta, tus manos queman, jalan y golpean,
masajean y acarician, pero queman.

El camino de vuelta al baño se ha hecho largo,
sin soltarnos, entramos a la regadera y abrimos la llave y entramos en una espiral de la que no quiero salir jamás.
Te deseé tanto tiempo, que no sé cuánto más me lleve creerte real.
Haces que el dolor pare.
Me llevas a lo más bello del paraíso y me enseñas cada día una diferente forma de pecar, no sé qué haces en mí.
No hay palabras que te merezcan.
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