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  • Foto del escritorBrenda Venegas

Boda. Escritos eróticos 5

Mi mejor amiga se casó en el tercer piso de un hotel hermoso. Después de todo el evento y unas seis copas, salí al balcón a tomar aire.


Ahí estaba Alfredo. Me inquietó la situación, teniendo en cuenta que nos conocíamos desde hace mucho pero nunca habíamos sido tan cercanos como para eso. Secretamente había fantaseado con salir con él. Su voz era tan sexy que podía decir cualquier cosa y yo podía aceptar, sus ojos negros penetrantes combinaban con su color de piel bronceado, y sus manos grandes parecían ser todo lo que podía pedir, por eso, cuando sentí su mano acariciarme la espalda por la cintura y acercarse a mi lado derecho lo suficiente como para parecer un abrazo, no hice nada, sino que me quedé a disfrutar el momento que por fin ocurría.


Desde la primera vez que lo ví en una fiesta en casa de Andrea, me imaginé como me decía al oído cosas perversas con esa voz ronca que tiene. Le dije hola, y me respondió, comenzamos a platicar como si fuéramos amigos íntimos y en unos segundos ya estábamos frente a frente, con el codo recargado en el balcón. Su mano izquierda me acarició el brazo derecho varias veces y subió a mis hombros dónde hizo un espiral que llegó hasta mi mejilla. Se detuvo y yo, en respuesta, cerré los ojos no más de dos segundos hasta que plantó sus labios en los míos y se retiró un segundo para dejar correr el aire entre los dos.


Abrí los ojos y esta vez yo alcancé sus labios con los míos abiertos, sintiendo como entraba su lengua para encontrarse con la mía y darnos un beso que parecía perfecto, como si nuestras bocas se conocieran. Sin sentirlo, nos movimos, y en el último beso tenía mi espalda recargada contra el balcón y a Alfredo casi piel con piel.


Me pidió que no me moviera y después de unos minutos regresó con su saco y mi gabardina roja. No nos despedimos de nadie, subimos a su auto y llegamos a mi casa en unos cinco minutos, en los que me tocaba la pierna subiendo bajo el vestido.


Cada kilómetro me sentía más y más húmeda, tenía una sed inmensa por él que sirgió de un momento a otro de lo más profundo de mí.


Con la puerta cerrada y la luz apagada nos paramos frente a frente a besarnos, le dí la espalda para que sus manos bajaran el largo cierre de la espalda. El vestido cayó al suelo y entonces comenzamos a caminar a la habitación, se aventó arriba de mí en cuánto la cama estuvo cerca, los dos boca abajo y acarició toda mi espalda mientras la llenaba de besos hasta llegar a mis nalgas.


Sentía sus manos frías recorrer mi espalda, mis nalgas, y jugar haciendo círculos en mis piernas. Alcé la mirada y pude ver sus gestos a través del espejo, lo que me hizo sentir más húmeda. Jamás hubiera imaginado semejante final. Digo, si estaba loca por él, pero no hice nunca nada para llamar su atención, y menos pensé en que el se fijaría en mi.


Estaba tratando de hacer memoria, de alguna señal que hubiera mandado... Sentí sus manos quitarme los tacones y volver a subir a mis nalgas, a entremeterse en mis pantis verde olivo, y separarlas. Lo sentí encima de mi, fresco y al mismo tiempo caliente. Con movimientos suaves, pero firme. Y dejé de preguntarme si era real para guardar en mi mente todos y cada uno de sus movimientos.


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