BUGAMBILIAS
- Brenda Venegas
- 8 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Que me contestes como si no te importara. Y siento como que sí lo perdí todo con mi mal pedo, pero no lo entiendo.
Que pasen los días y los meses y no pueda llamarte diferente a todos los seres.
Que seas único para mí.
Que no pueda entender todo lo que dices, que no me comprendas con las luces apagadas.
Que me hagas sudar y temblar, correr largas distancias por irte a besar.
Y llorar.
Bebé, no es tu pedo,
y quisiera que nunca lo sepas pero es el momento.
No sé si puedo.
Me encanta llegar a ti,
entrar a escondidas a veces, por la puerta trasera.
Besarte,
tomarte,
encender las luces.
Ganar.
Que juguemos sin reglas, sin argumentos, sin momentos, y me veas a los ojos y yo me crea que hay algo nuevo.
Que seamos los mismos de antes, que no se atreven a decir no.
Que no digas que no.
Que no digas que si.
Que en las noches más oscuras estés ahí conmigo y no me dejes besarte, que en las tardes más bellas aparezcas opacando al sol y te vayas sin mirar atrás.
Que no me eleves un poco, ni pueda ver esas estrellas semitransparentes cuando tus labios hacen poesía, porque no me llamas por mi nombre desde hace ya mucho. Y eso es mejor que escuchar cualquier cosa.
Que te pierdo un poco más vagando en calles desconocidas donde todo me recuerda a ti pero no logro verte, alcanzarte, explicarte.
Que no soy valiente, o fuerte, o sabia. Ni siquiera interesante. Y que podría intentar curarte.
Que, lo voy a decir, ya es tarde.
Yo te amo.
Que te traicioné muchas veces fingiendo, alejándome, mintiendo, guardando sentimientos.
Que me traiciono cada vez que intento hacernos creer que ésto es un juego, que no siento.
Que no sé si quiero acabar ésto, si quiero seguirlo, si algún día voy a saberlo, y si sabiéndolo voy a decirlo.
Que podría haberlo dicho todo algún día, de esos muy muy lejanos que recuerdo con colores cálidos, con esa flama duradera que parecía interminable y no lo fue, cuando todo se estaba acomodando perfecta y dulcemente, sutilmente, tanto que lo ignore.
Que te perdí probablemente por mis errores y omisiones, que aunque pudo ser un paso que tu diste en otra dirección no puedo no echarme la culpa de no contarte lo que había.
Un día estaba de pie esperándote. El sol se había ido y en su lugar la luna iluminaba mis pies, quería dártelo todo, no sólo un beso.
Y eso es lo que más me enoja.

El aire venía haciendo remolinos con bugambilias magenta,
tenía un saco negro cubriendo la espalda desnuda que quería que tocaras.
Y yo puse una barrera en medio de no sé quién, que nos lastimó tantas veces, y sin embargo disfrutamos cada vez.
Pero ésta es la última, mi amor. Te lo voy a contar todo, jurando que lo había callado por no perderte, arriesgando hoy todo por tenerte aunque sea solo un poco.
Comments