Fernando. Relatos eróticos 3
- Brenda Venegas
- 9 nov 2020
- 3 Min. de lectura
Estoy en la cama porque con el clima tan frío que hace afuera no dan ganas de otra cosa.
Aunque estoy sola, uso ropa interior de encaje blanco, y me suelto el cabello lacio.
Fernando está por llegar de un viaje de negocios y yo solo puedo pensar en todo el sexo que tendremos cuando llegue para compensar el tiempo perdido. Ha estado fuera dos semanas pero necesito continuamente muestras de cariño, y el sexo al que me tiene acostumbrada.
Nunca le digo Fer a Fernando, porque a pesar de ser joven, tiene el cuerpo de un Dios y me trata con toda la experiencia sexual y sensual que me hace explotar cada vez.
Me lleva casi veinte centímetros. Sus 180 centímetros son perfectos para acurrucarme en su pecho en los momentos cursis, y sirven muy bien cuando me carga y me folla contra la pared.
Su piel es clara, porque el sol no siempre llega a todos los lugares del mundo igual. Siempre trae el cabello lo suficientemente largo para jugar con él entre mis dedos, y su barba siempre está bien delineada.
Me dirijo a la cocina y tomo la botella y una copa.
Sus brazos y sus piernas son fuertes, hemos intentado una suerte de posiciones con éxito rotundo gracias a la fuerza que tiene.
Su abdomen... sólo me basta pensar en él para mojarme, es de ensueño.
Bajo la intensidad de la luz de la sala y pongo la playlist que creamos para estallar de placer. Sinceramente la usamos muy poco juntos, pero estando sola me hace viajar a mil mundos. En todos tengo siempre orgasmos increíbles.
Le doy un trago a la copa de vino y me acuesto en el sillón a pensar en él, en sus ojos obscuros y en su sonrisa deslumbrante. Escucho la música suave, canción tras canción, y me doy cuenta de que tengo mi mano apretando mis pechos, y la otra acariciando mis piernas delicadamente.
Mis manos siguen jugando sobre el camino ya trazado que me ha hecho explotar de placer varias veces, hago a un lado el encaje y comienzo a tocarme.
Me pongo suficiente lubricante en los dedos y me dirijo a los labios. Me toco despacio pero con firmeza, en movimientos circulares precisos.
Siento electricidad en todo el cuerpo al mismo tiempo, mis pezones comienzan a ponerse duros, siento la necesidad de tocarme los pechos, y lo hago por encima del encaje blanco para mejorar la sensación.
Cuando mi panti comienza a mojarse me detengo para bajarla hasta los tobillos y tener mayor alcance. Uso más lubricante y meto dos de mis dedos a mi vagina, hasta el fondo de un golpe y siento que voy a explotar. Me detengo ahí, sin moverlos, y sigo apretando mis pechos con la otra mano.
Juego con mis pezones y dejo caer saliva en ellos para poder deslizar mis dedos sin molestias.
Cierro los ojos y comienzo a imaginar como Fernando llega, nos acostamos en la alfombra de la sala y comenzamos a besarnos mientras pasea sus manos por todo mi cuerpo.
Fernando tomaría mi cabello con precisión porque sabe que me gusta, y con su otra mano comenzaría a quitarme cualquier cosa que traiga para chupar mis pechos.
Él sabe cuando es momento, y entonces bajaría para hacerme venir por primera vez, sin dejar de tocar mis pechos, y viendo mi cara de placer al menos un par de veces antes de desabrocharse el pantalón y sacarse la camisa.
Suena la chapa del departamento, y es Fernando. Aún acostada en el sillón, con una mano en mis pechos, volteo a verlo con los ojos brillando, él deja caer las maletas, cierra la puerta y se abalanza sobre mi, me carga y me lleva a la barra de la cocina.
Está tan caliente que no nos da tiempo de cerrar las ventanas, y cierro los ojos cuando lo siento hasta el fondo, duro y preciso como me gusta.
No podría ser mejor...
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