Estoy sentada en mi cama con los pies en el piso viendo al vacÃo que en realidad es el closet lleno de ropa que a veces, en las noches de lluvia, parece que esconde a alguien que sigue mis pasos a todos lados y en la noche espera a que me duerma para acostarse conmigo, encima, no me deja descansar.
Con una mano escribo en mi cuaderno nuevo rosa, y me como las uñas de mi otra mano sin poder detenerme. Casi siempre cuando empiezo no puedo parar, y es que traigo los pensamientos pasando tan rápido en mi cabeza que no alcanzo a procesarlos, y pierdo. DeberÃa rendirme ante lo que en verdad soy, rendirme ante la vida y el universo y dejarme llevar a ver qué resulta y cómo me siento con eso.
Las uñas se van acortando, la mandÃbula comienza a doler, me levanto a oscuras para no despertar a nadie a las 4:00 a.m. y hago del baño. Sigo pensando.
¿Cuántas personas están en la misma situación que yo? ¿Estará él igual que yo?
Tengo frÃo, y una incapacidad de moverme que me mantiene flotando en el suelo. No puedo alcanzar mis cobijas, no puedo emitir sonidos, no puedo pensar en otra cosa que en sus labios moviéndose mientras dice mi nombre y sonrÃe. Comienzo a sentir escalofrÃos y me doy cuenta que me estaba mordiendo la lengua, aflojo la mandÃbula lo más que puedo y comienzo a estirar los dedos de mis pies hasta que me siento lo suficientemente caliente.
Me duele el estómago, tengo ganas de vomitar, siento como si la cabeza fuera a explotar. A veces no me gusta que haga mucho frÃo, ya sabes que soy muy sensible, a veces, en dÃas muy calurosos me imagino que estamos acostados juntos en el sofá, y no podemos distinguir cuál de los dos está sudando, y tampoco nos importa.