André, en su personalidad, de los tipos que no me gustan, pero fÃsicamente me atrajo demasiado desde el primer dÃa que tuvimos clases juntos, en ese momento supe que debÃa dármelo como un souvenir de la universidad.
Dejé que pasara el tiempo, siempre haciéndome notar pero nunca dándole importancia, hasta la última semana del semestre, cuando empecé a hablarle. Me acerqué descaradamente a decirle lo guapo que me parecÃa y que me habÃa gustado desde el inicio a pesar de la diferencia de edad y que no habÃa dicho nada porque solo era una alumna más.
Un dÃa después, terminamos los exámenes y salimos varios del grupo a un bar. André y yo nos besamos cuando me acompañó al auto y me fui a casa sin decir nada. TenÃa muchas ganas, pero querÃa que él tuviera más en nuestro momento.
El último dÃa la universidad estaba cada vez más sola, fui a buscarlo y platicamos caminando por la universidad hasta terminar en un salón del último piso. Solo abrió la puerta, lo vio vacÃo y me invitó a pasar para cerrar la puerta al instante y apagar la luz.
Me tomó de la cintura y me cargo para sentarme en el escritorio. Me abrió las piernas y se arrodilló para besar mis piernas alternándolas. Me hizo la pantaleta lila a un lado y comenzó a jugar con sus dedos mientras su boca iba acercándose más y más.
Mi respiración comenzó a agitarse, mi corazón querÃa salirse, comencé a sentirme lubricada. Lo único que nos alumbraba eran los faros del estacionamiento a través de la ventana y el único ruido que alcanzaba a escuchar era la música de los carros que festejaban el fin del semestre.
Mi mente comenzó a recriminarme no haber hecho nada antes. PodÃa verme en el reflejo del cristal con la obscuridad de la noche afuera y se sentÃa delicioso.
En un segundo ya lo tenÃa adentro y querÃa más y más. Apretaba fuerte sus brazos para gritar en gemidos ahogados por todo el placer que me causaba tener sexo con alguien prohibido en un lugar prohibido. Y me dio más...