VARIAS VECES

No dolió del todo, más bien lastimó mi ego, esa partecita del cuerpo que no sabe perder y que quiere el mundo a sus pies.

Porque te engañe.

Recuerdo haberte contado que la sensación de pensar en otro era horrible, y si, el remordimiento quema cabrón, pero es lo que sale del corazón.

Desde el principio los dos supimos que el otro no podía ser exclusivo, por eso jamás visitaste mi casa, por eso nunca me presentaste ante la señora Serrano.

Lo supimos cuando me emborraché hasta desconocerte, me besé con otro y le di mi número a un tercero.

Lo supimos cuando besaste su frente, la subiste al auto, me pasearon enfrente.

Y nos pinches aferramos como si fuéramos adolescentes.

No dolió como un dolor trágico que golpea el corazón y lo rompe en pedazos.

Dolió como quedarte congelada sin poder moverte.

Aún la última vez, que estábamos pensando en los nombres de los próximos, algo se sentía como lejano, ajeno.

Y nunca dejamos de decirnos que eramos eternos e invencibles.

Incluso cuando no podíamos ni escuchar al otro, nos la creímos cada vez.

Eternos.

Quizás tú presencia me persiga la eternidad, quizás me de algunas vueltas por tu cabeza de vez en cuando. Pero el hechizo se ha acabado.